La Maldicion de la Isla CAPITULO 5
Las dos mujeres se miraron preocupadas. -Estaba contigo hace un momento, en la plaza.- dijo Rosetta. -Los demás niños tampoco están.- notó Charlotte. -¿habrán ido a jugar por las calles?- -Imposible les abríamos oído marcharse, además le tengo dicho a Francesco que no se aleje de mi lado. Si se hubiera ido me habría dicho algo.- Charlotte se acercó a un par de hombres bien vestidos, con capas negras y sombrero de copa. -Disculpen, han visto a un muchacho de unos seis años, tiene los ojos azules y el pelo rubio oscuro.- Ambos hombres negaron con la cabeza. -Lo sentimos señorita.- dijo uno de ellos, de nariz puntiaguda y bigote blanco antes de que ambos continuaran su camino. Charlotte sintió que el corazón se la salía del pecho y se la cortaba la respiración, una ansiedad más grande que cualquier otra que hubiera sentido en su vida se apoderó de su cuerpo. -Charlotte, respira tranquila, - dijo Rosetta.- Vete a tu casa, tal vez se haya ido, ya casi es de noche y apenas hay luz, tu hermano es muy responsable y sabe que tú ya eres lo bastante mayor como para regresar sola, seguro que se ha ido a casa.- -¿Tú crees?- dijo ella tratando de calmar sus aspavientos. -Vete a casa a ver, yo me quedaré aquí por si acaso.- Las dos se miraron a los ojos antes de que Charlotte corriera hacia su casa por la calle empedrada esquivando al resto de transeúntes y algún que otro carro ocasional cargado con mercancías, sentía como los pulmones la ardían cuando dejaba al aire entrar por su garganta, era como tragar cuchillas, los músculos la temblaban y notaba las lágrimas empezando a caer por sus mejillas fruto de la desesperación, seguro que su hermano estaba en casa, era muy tarde, tenía que estar allí, se sabía el camino de memoria, pero aún era muy pequeño para dejarlo solo, los vecinos le conocerían le habrían visto y lo habrían saludado antes de retomar el camino a casa, sí seguro que había pasado eso, él estaría en la mesa, sentado, esperándola junto a su madre para cenar juntos los tres como de costumbre, después esperarían a su padre y todo sería normal, él estaría allí a la mañana siguiente y esto solo quedaría como una desagradable anécdota de la que se reirían algún día. Giró por la calle y siguió corriendo a toda velocidad pese al cansancio en sus piernas hasta pararse en seco sobre sus talones y casi caerse de espaldas al suelo antes de entrar de golpe en casa pasando sus ojos por la habitación. -¡¿Francesco?!- exclamó antes de cerrar la puerta de golpe llamando la atención de su madre en el piso superior. -Hola, Charlotte llegáis justo a tiempo.- -Mamá ¿has visto a Francesco?- -¿no estaba contigo?- dijo preocupada su madre. -No lo encuentro, estábamos en la plaza y...- empezó a hiperventilar y hablar en un tono nervioso.- ...estaba hablando con Rosetta...entonces...- -Charlotte, Charlotte, cálmate, ¿qué ha ocurrido?- -Lo he perdido madre, no encuentro a Francesco por ningún lado.- -¿perdido? ¿cómo?- -No lo sé... estaba jugando en la plaza con otros niños pero al acabar de hablar con Rosetta no había ningún niño allí, ni Francesco ni los demás chicos.- Su madre salió entonces a la calle y se acercó a una de las vecinas, que barría la entrada de su casa, Charlotte vio como su madre conversaba con la otra mujer quien ponía una expresión de confusión con sus cejas, seguidamente su madre acudió a otra vecina a quien la hizo la misma pregunta, consiguiendo la misma respuesta y su madre empezó a preocuparse cada vez más. -Charlotte, vuelve a la plaza, tal vez los chicos con los que estaba y tu hermano hayan ido a jugar a algún sitio y hayan vuelto, yo pasaré por las demás calles.- pidió Laura a su hija, quien obedeció sin rechistar. Charlotte corrió de regreso a la pequeña plaza donde jugaban los chicos hace apenas unos minutos, llegó en poco tiempo corriendo a una velocidad sorprendente, echó de nuevo un vistazo al plano general del lugar, había un par de niños, pero no vio a Francesco por ningún lado. Su hermano había desaparecido, un farolero pasó por el lugar con una escalera y una lámpara de aceite para encender las farolas, el sol casi se había ocultado del todo y la plaza empezaba a oscurecerse. -Disculpe.- dijo ella acercándose al farolero.- ¿ha visto a un niño de pelo rubio oscuro y ojos azules?- -No señorita.- dijo desde la parte superior de la escalera mientras encendía un fósforo para encender la lámpara de aceite de la farola.- Lo siento.- añadió apenado. Charlotte se quedó diez minutos en la plaza, esperando a su hermano, empezó a escuchar las voces de otros vecinos llamándolo, pero no hubo resultado, su hermano no regresó, miró al cielo, dos estrellas brillaban en el firmamento azul oscuro, sería mejor regresar a casa, lo último que necesitaba era desaparecer ella también. Caminó por las calles con la cabeza baja guiándose por la luz amarillenta de las llamas de las lámparas de aceite encendidas en el interior de los faroles. -¡Charlotte!- llamó una mujer a unas casas delante de ella. -¡Mamá!- Charlotte corrió hacia su madre esperanzada.- ¿Lo habéis encontrado?- -No, hija, esperábamos que tú hubieras tenido más suerte.- se lamentó la mujer.- Estaba preguntando por las casas, pero ya no quedan apenas vecinos a los que preguntar.- Charlotte se acercó hacia la puerta de aquella casa, dándose cuenta de que se encontraban en el taller de Gepetto, las mesas con materiales y las figuras inacabadas de madera podían apreciarse tras el ventanal al lado de la puerta. -Tu madre me ha informado de lo ocurrido, lo lamento mucho y si hay algo que pueda hacer para ayudaros no dudéis en pedirlo.- dijo el anciano carpintero. -Se lo agradezco de verdad Gepetto, es usted el hombre más amable que conozco en este pueblo.- dijo su madre. Charlotte observó la casa y taller de Gepetto, desde su posición pudo ver el rostro de un niño asomado desde una de las ventanas cerradas del piso superior y una idea se la cruzó por al cabeza. -Señor Gepetto.- interrumpió la conversación entre ambos adultos.- ¿Podría hablar con Pinochio? Tal vez vio a mi hermano o algo que nos ayude, tal vez mi hermano pasó por esta calle y pueda decirnos algo.- -Por supuesto, lo que sea por ayudaros.- asintió Gepetto antes de dejar pasar a ambas mujeres a su casa. Charlotte quedó asombrada, el espacio estaba lleno de madera, pintura, títeres terminados o a medio realizar, pero que de todas formas se veían hermoso.Gepetto guio a la joven hasta una puerta con una “P” de madera tallada clavada en la puerta y llamó. -Pinocho, han venido unas personas, quieren hablar contigo.- informó. Poco después un niño con pantalón y tirantes rojos, pelo negro y ojos azules les recibió al otro lado de la puerta. -Buenas noches.- dijo educadamente.- ¿qué ocurre papá?- -Pinocho, ¿te acuerdas de Charlotte?-El niño asintió.- Necesita hablar contigo, yo estaré con su madre en el salón. Si necesitáis algo no dudéis en llamarnos en alguno de los dos.- Pinocho asintió con la cabeza y dejó entrar en su cuarto a la muchacha. -Hola Pinocho.- saludó ella lo más amablemente que pudo.- necesito tu ayuda, mi hermano ha desaparecido ¿has visto algo extraño? ¿ o viste a mi hermano con alguien que no conocieras?- El muchacho solo negó con la cabeza. -Lo siento, la última vez que lo vi fue contigo al salir de la escuela.- -¿Y no viste a nadie rondar por la escuela? Alguien a quienes vosotros no conozcáis.- -Los únicos dos sujetos que vi acercarse a la escuela fueron a esos dos embusteros animales.- dijo una voz tras Pinocho que sorprendió a ambos jóvenes. -¿¡qué ha sido eso?!- dijo algo sorprendida la joven. -Oh, ese es Pepito, mi conciencia.- contestó Pinocho señalando a un grillo con sombrero y chaqueta oscuros, que portaba un paraguas en su mano y se encontraba de pie sobre un libro de literatura de tapas azules con letras Blancas en la que se leía, “Platero y yo”.- Pepito, ella es una de nuestras vecinas, Charlotte. - -Sí, lo sé, la he visto a veces llevar a su hermano a clases y recogerlo de la escuela por las tardes.- -¿Un grillo?- se sorprendió la chica. -Permítame presentarme.- dijo el insecto saltando desde los libros hasta la borde de la mesa y quitándose el sombrero a modo de reverencia.- Me llamo grillo, Pepito Grillo, y soy la conciencia de Pinocho.- -La conciencia...- murmuró ella-... entonces todo lo que me has contado, todo lo que te ocurrió... es verdad.- dijo Charlotte girándose a Pinocho. -Pues claro, ¿no lo creías?- dijo algo sorprendido Pinocho. -Pensé que solo tenías mucha imaginación.- la chica pasó su mirada por la habitación, apreciando ese tapiz de bordado que le hizo a Pinocho hacía ya tiempo, el cual adornaba la pared al lado de la cama del muchacho, se acercó al colchón y pasó sus manos por el bordado.- Entonces... todo esto...- se giró de nuevo hacia Pinocho.- Lo que me contaste, lo que bordé para tí... ¿Es real?- Pinocho asintió. Charlotte pasó sus ojos por las distintas escenas, el tapiz era rectangular, de distintos colores representando diferentes escenas de la historia que Pinocho dijo haber vivido. El tapiz comenzaba con una luz azul de la que salían ondulaciones a modo de rayos que se dirigían a un muñeco de madera; en la siguiente escena se veía al muñeco, a Gepetto y a un grillo juntos de la mano y bailando en corro; en la tercera escena se apreciaba al niño acorralado por las sombras de un gato y un zorro de ojos amarillos; en la cuarta, aquel niño estaba atado de pies y manos por las cuerdas de un titiritero en la parte superior del recuadro y en la siguiente escena una carpa de circo estaba rodeada por burros que se alternaban con las siluetas de niños... la isla de los juegos; luego había otras dos escenas, una en la que el niño era perseguido por una ballena y la escena final, en la que Gepetto y Pinocho se abrazaban felices de reencontrarse de nuevo en casa. -Pinocho, si todo lo que me dijiste es cierto.- dijo recordando oír un rebuzno cercano a la plaza antes de que desapareciera su hermano.- ¿dónde está este lugar?- señaló la carpa de circo rodeada por burros. -No lo sé exactamente.- -Esa isla maldita no viene en los mapas.- explicó Pepito Grillo.- Pinocho y yo hemos intentado ubicarla en una cartografía sin éxito, es como si estuviera diseñada para que solo los niños entrasen en ella, ningún adulto sabe de su existencia.- -¿Y si mi hermano está allí? Necesito buscarlo, él es muy responsable, no merece estar en ese lugar.- sollozó la muchacha. Pepito miró el reloj de cuco de madera en la habitación de Pinocho. -Son las diez y media, ese barco salió casi de madrugada, en la muelle, tal vez siga allí y podamos sacar a tu hermano.- dijo el insecto preparando su ropa para marcharse.- Iremos en su busca y regresaremos con él por al mañana.- -Yo iré con vosotros.- dijo Pinocho. -No Pino... es muy peligroso, tú aún eres muy joven, tal vez a Charlotte no la afecte, después de todo no es una niña, es adolescente y ella es responsable.- Charlotte no hizo preguntas, Pinocho la había contado la historia las veces suficiente para entender las palabras del grillo. No podía quedarse de brazos cruzados sin hacer nada, los adultos nunca encontrarían a su hermano por su cuenta. -Está bien, buscaremos a mi hermano en esa isla, Pinocho tú te quedarás aquí, Pepito irá conmigo, intentaremos volver antes del amanecer.- decidió la chica mientras su nuevo compañero se subía sobre su hombro.- Gracias por todo Pinocho.- Charlotte se despidió del niño, y junto a su nuevo compañero se marchó de regreso a casa.
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